Liderazgo Integrador
Liderazgo en Tiempos de Covid – Estilos con Resultados
Introducción:
Presentamos una serie de escritos abordando cinco estilos de liderazgo que corresponden a las etapas por las cuales se van construyendo los equipos de trabajo. Este trabajo es fruto de mi experiencia, observación y acompañamiento de los procesos y del estudio e investigación aplicada en muchas empresas, organismos sociales y otros grupos a nivel nacional e internacional.
El objetivo de este trabajo es compartir pistas, herramientas y metodologías útiles que sirvan en la conducción eficaz de los equipos de trabajo.
Al hablar de estilo nos referimos a los rasgos peculiares que caracterizan a un liderazgo o a un periodo específico que le confieren una personalidad propia. Los cinco estilos están concatenados:
El Integrador, El Coordinador, El Orientador, El Inspirador y El Innovador, los cuales integran el sistema de Liderazgo Eficaz.
El aporte significativo en todos ellos es abordarlos desde una perspectiva Neuro –semántica. Esto quiere decir a partir del funcionamiento de las personas, desde sus propios mapas mentales, su experiencia y sensaciones, así como sus interpretaciones y/o creencias, dirigidas hacia el desarrollo de su potencial transformador. El otro elemento importante se refiere a la dinámica organizacional enfocada a la rentabilidad y resultados de alto impacto.
I. Primer Estilo: Liderazgo Integrador
El estilo del líder integrador se requiere en la etapa inicial de un grupo de trabajo. La atmósfera de arranque es de incertidumbre, de desconocimiento y falta de ubicación. No hay identidad establecida, ni individual ni colectiva. El mutuo desconocimiento de las personas tiende a producir aislamiento. El trabajo también es desconocido y por ende no se sabe ni el propósito, ni el sentido. Es lo nuevo no explorado.
Ante este escenario, la clave mental del líder es: Dirección clara.
¿Qué significa ejercer un Liderazgo de Dirección Clara?
Cuando un líder es capaz de dibujar y pintar una clara visión y un horizonte lleno de esperanza en las mentes del equipo, todo fluye. Por lo cual, un gran líder, efectivamente proporciona dirección, espíritu y organización a su equipo.
Teniendo claridad de rumbo, de planes, de acciones definidas a realizar, se sabe hacia donde se puede caminar con confianza y eso permite lograr y esperar mejores desempeños.
De lo contrario, la desilusión y la confusión aparecen. Se puede vivir un sentido de frustración con sentimientos de derrota e impotencia.
Tener claro hacia donde se va
Antes que cualquier otra iniciativa, lo primero que se debe hacer es tomar nota de la situación de partida. Es necesario recopilar los datos del entorno, del equipo en el cual está involucrado y reflexionar sobre el objetivo general que se está planteando. De esta manera se podrá ir al paso siguiente de la manera más saludable.
Definir nuestro destino no solamente nos dice lo que hacemos, sino que también y no menos importante, nos determina lo que “NO” hay que hacer. Uno de los errores en los cuales podemos caer es ampliar nuestro rumbo de tal manera que terminemos perdiendo el enfoque, sea eso que por ampliar nuestra meta o por hacerla demasiado general. Es definitivo clarificar nuestro objetivo general porque nos permite establecer los limites necesarios para poder encauzar los esfuerzos de forma efectiva para el paso siguiente.
Establecer pocos objetivos
A la hora de imprimir los objetivos específicos en las mentes de los miembros de un equipo, hay que tomar en cuenta que “menos es más”. Ninguno de nosotros puede retener más de tres o cuatro objetivos en mente durante largos periodos de tiempo. Los objetivos deben ser cortos, medibles y cuantificables. El equipo tiene que ser capaz de poder notar el grado de avance de los mismos y realizar las correcciones pertinentes al momento de detectarlos.
Marcar los pasos a seguir hacia los objetivos
Necesitamos desarrollar un plan de acción realista. La formulación de pasos para el desarrollo de los objetivos, es una de las practicas más saludables y pragmáticas a la hora de lograr la comprensión colectiva del avance y las limitaciones que surjan en los mismos. Esto no sólo le da fluidez al desarrollo de la dirección del proyecto, sino que le aporta al equipo la flexibilidad necesaria para corregir y aprender en plazos más cortos.
No llegan más lejos los que saben más, sino aquellos que aprenden más rápido.
Una vez que se logre una clara mirada de la dirección y la finalidad de las acciones junto con un plan realista y práctico para llegar allí, ya se cuenta con un gran porcentaje del trabajo realizado.
Metodología para la integración
La integración de los equipos se construye mediante dos procesos de experiencias:
a) el escuchar lo que la gente dice, y b) saber preguntar. En el entretejido de este diálogo se van creando los mapas mentales comunes, al mismo tiempo que se crea la experiencia de la escucha atenta y el uso eficaz de la propia palabra.
El resultado captado y proyectado por el líder es encontrar la dirección clara del quehacer y su clara apropiación entre los miembros del equipo. Por lo tanto, el enfoque, la atención y la intención del líder es procesar y facilitar la interrelación social y los mecanismos internos de cada persona, guiándolos hacia un solo propósito – la integración del grupo.
Esta integración implica el fortalecimiento del aprecio propio y el sentido de pertenencia al grupo. Esto se hace realidad mediante el cumplimiento de la dirección claramente enunciada por el líder y como resultado de las experiencias de las interacciones, bajo los planes de acción y las normas de comportamiento y desempeño de la empresa.
Logros de esta etapa
En esta etapa el resultado fundamental es la integración del equipo, su desarrollo como grupo y su efectividad al asumir sus funciones. En este período la rentabilidad y productividad del trabajo conjunto es baja, pues la atención e intención no están enfocadas en las tareas de la productividad, sino en lograr la integración y las adecuadas interrelaciones y unidad de propósitos entre los miembros del equipo de trabajo.